A menudo se cita al antiguo médico griego Hipócrates diciendo: “Que la comida sea tu medicina y la medicina tu alimento”. Si bien la frase exacta puede ser apócrifa, sus escritos sin duda subrayaron el papel fundamental de la dieta y el estilo de vida en la salud y la enfermedad. Hoy en día, la evidencia científica refuerza esta sabiduría, demostrando que nuestras decisiones tienen un profundo impacto en nuestro bienestar y en nuestra esperanza de vida.
El poder del estilo de vida: más allá de la genética
Durante siglos, las enfermedades se atribuyeron a desequilibrios en los “humores” del cuerpo. Ahora, la ciencia moderna revela un panorama diferente. Si bien la genética sin duda desempeña un papel, el consenso abrumador dentro de la comunidad médica señala que el estilo de vida es el factor dominante en la mayoría de las enfermedades crónicas. El ex catedrático de nutrición de Harvard estimó que para muchas enfermedades comunes en las poblaciones occidentales, factores no genéticos –como la dieta, el ejercicio y otras opciones de comportamiento– representan un asombroso 80% a 90% del riesgo.
Esto no es sólo una teoría. Las tasas de cánceres importantes y enfermedades cardiovasculares varían dramáticamente en todo el mundo. Quizás aún más convincente sea la observación de que cuando las poblaciones migran de países de bajo riesgo a países de alto riesgo, sus tasas de enfermedad inevitablemente cambian para reflejar las de su nuevo entorno. Las opciones específicas de estilo de vida, que incluyen la dieta, el control del peso, la actividad física y el tabaquismo, son responsables de más del 70 % del riesgo de accidente cerebrovascular y cáncer de colon, de más del 80 % del riesgo de enfermedad coronaria y de más del 90 % de la diabetes tipo 2 que aparece en la edad adulta. Estas son enfermedades que en gran medida podemos prevenir.
Una oportunidad perdida: tratamiento versus prevención
Dado el inmenso poder que tenemos para influir en nuestra salud, ¿por qué los sistemas de salud asignan recursos de manera desproporcionada para tratar las enfermedades después de que se desarrollan, en lugar de prevenirlas en primer lugar? Incluso cuando se emplean estrategias preventivas, a menudo se basan en gran medida en intervenciones farmacéuticas en lugar de cambios en el estilo de vida, a pesar del potencial de resultados más rentables. Por ejemplo, tratar el colesterol sérico alto sólo con estatinas puede costarle a los Estados Unidos alrededor de 30 mil millones de dólares al año, con un impacto limitado en la incidencia general de la enfermedad coronaria.
El problema central es que la mayoría de los enfoques farmacéuticos no abordan las causas subyacentes de las enfermedades en las sociedades occidentales, que no son las deficiencias de medicamentos. Irónicamente, las mismas afecciones que responden mejor a las intervenciones en el estilo de vida –como la diabetes, las enfermedades cardíacas y muchos cánceres– son también las más rentables para tratar con medicamentos. Esto crea un sistema en el que los pacientes podrían necesitar pastillas diarias por el resto de sus vidas, perpetuando la dependencia de los productos farmacéuticos en lugar de empoderar a las personas para gestionar su salud mediante cambios sostenibles en su estilo de vida. A pesar de las directrices generalizadas que abogan por modificaciones en el estilo de vida como primera línea de tratamiento, los médicos a menudo no siguen estas recomendaciones, lo que pone a las personas en riesgo.
La necesidad de una medicina del estilo de vida
La medicina del estilo de vida representa un cambio fundamental en la filosofía de la atención sanitaria. Enfatiza una nutrición óptima (generalmente una dieta basada en alimentos integrales y plantas) y el ejercicio regular como herramientas principales para prevenir, detener y revertir afecciones crónicas que conducen a discapacidad prematura y muerte. Este enfoque holístico analiza las causas subyacentes de la enfermedad, en lugar de simplemente controlar los síntomas.
Como lo expresó un defensor: “No seamos el perro faldero de las grandes farmacéuticas. En lugar de sentarnos contentos en el regazo de nuestro amo, voltémonos y mordamos algo tierno”. Este sentimiento resalta la necesidad de que los profesionales de la salud resistan la influencia de la industria farmacéutica y prioricen el bienestar del paciente a través de intervenciones en el estilo de vida basadas en evidencia. La medicina del estilo de vida proporciona un camino para capacitar a las personas para que tomen el control de su salud y logren una vida más larga y saludable.
La medicina del estilo de vida aboga por un enfoque proactivo de la salud, haciendo hincapié en la prevención mediante cambios en el estilo de vida. Al cambiar el enfoque del tratamiento exclusivo de las enfermedades a abordar sus causas fundamentales, podemos crear potencialmente un futuro más saludable para nosotros y las generaciones venideras.